En mi cuerpo se cuenta una leyenda cuyos orígenes se remontan a tiempos antiguos. Una leyenda que va a seguir siendo contada y vivida incluso cuando este cuerpo ya se haya descompuesto para regresar a la tierra y volverse sustrato para otras vidas.
Es una leyenda con cuatro protagonistas que han estado a veces muy enemistados y algunos han pisado o reprimido a otros.
Hace unos días volví a bailar esta leyenda de mi cuerpo y del cuerpo de todas. Mi amada Maria Farriols de Bailalavida propuso unas canciones para bailarnos a los 4 protagonistas con esa magia que genera el baile, que permite que la energía se exprese acompañada y encauzada por la consciencia plena. Este día, en la escucha sincera que nos da la danza, estos cuatro protagonistas me hablaron claro y constaté, emocionada, que ya no están enfrentados y que se aman y apoyan.
¿Quieres que te hable de ellos?
El primero, y con el que he sentido más rechazo últimamente, después de años de lucha y resistencia, es una guerrera. Siempre la había relacionado con el papel de luchar, salvar, pelear, resistir, combatir,…Con el instinto de supervivencia. El otro día, bailando, me mostró que esta guerrera es, en realidad, una generala al estilo Sun Tzu, el autor de El Arte de la Guerra, libro que leí de muy jovencita y que me marcó mucho mi vida posterior. En él Sun Tzu dice:
“Pelear y conquistar en todas las batallas no es la suprema excelencia; la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar.”
Esa idea siempre me gustó, así que la bailé contenta por el recordatorio. Y mientras bailaba, mi guerrera me movió para que me diera cuenta de que los únicos enemigos que tengo están dentro de mí y pelearme con ellos no es la “suprema excelencia”, sino conseguir que no haya batalla en mí. Me mostró cómo ella es la sabia generala que me guía con firmeza para que no haya batallas dentro de mí al enseñarme a incluir y escuchar amorosamente a todas mis partes.
Cuando le llegó esta comprensión, mi cuerpo estalló en júbilo extático.
Agradecida y enamorada por fin de mi guerrera, la canción cambió y tomó la palabra bailada la segunda protagonista: la princesa. Ufff. Cómo me cuesta sentirme princesa… Pero entonces ella me miró compasiva y me llevó del bracito a pasear entre todas las otras princesas que bailaban en la sala. Y me enamoré de mi princesa que se permite ser vulnerable, suave, voluptuosa, liviana, relajada, vaporosa, que ama a todas las princesas y que las ayuda cuando éstas lo necesitan. La princesa que se deja ser ayudada sin culpa ni vergüenza. Me di cuenta de que no le he hecho mucho caso en mi vida a la princesa que me habita y que necesita de toda la corte para poder sobrevivir. Llámale corte; llámale tribu; llámale red afectiva. Ése fue el sabio mensaje de mi princesa: “-Déjate ayudar; déjate sostener y permite que las demás también den permiso a sus princesas y puedas ayudarlas cuando estén presas en torres.”
La tercera protagonista de esta leyenda bailada es la rosa. La rosa vanidosa; la rosa que se gusta a sí misma; la rosa a la que le gusta mirarse; que le gusta deleitarse con su propia imagen; que le gusta ser mirada y admirada. Con algunos pinchos para protegerse por que, claro, se sabe tan bella y tan delicada. Esta rosa ha sido juzgada y criticada durante muchos cientos de años, porque en esta falsa sociedad hipócrita hay que mantener siempre una falsa modestia y no está bien que una mujer, que una rosa, se mire al espejo y se encuentre hermosa. Siempre esperando a que otro se lo diga. Pero esta rosa hace tiempo que se cansó de esta falsa modestia, de esperar a que venga un príncipe salvador a valorar su belleza. Un buen y lúcido día la rosa dijo basta. “Ahora soy yo la que me miro al espejo y me veo hermosa, preciosa. Yo me valido y no necesito a nadie que me lo diga. Y desde ese lugar en el que pudo empezar a mirarse al espejo y piropearse sin vergüenza ni culpa, pudo también gozar, validar, nombrar y honrar la belleza de todas las infinitas rosas que la rodean.
Y así llegamos a la cuarta protagonista de esta leyenda bailada: la dragona
Ser mágico, místico y poderoso donde los haya. Un ser que no existe, pero curiosamente está en las mitologías de casi todas las culturas. ¿Y cómo es esta dragona? Es un ser libre, muy libre, tremenda y furiosamente libre. En contacto con la tierra por la que repta y con el cielo por el que vuela. Tierra: sabiduría, energía, Shakti. Y Cielo: consciencia, Shiva.
La dragona perseguida, juzgada, odiada, temida desde los albores de los tiempos y en los cuentos populares, es en verdad un ser libre al que nada de todo esto le importa; ninguna de todas estas bajezas humanas le importan, porque ella está por encima y reposando por debajo. Ella vive en las cuevas, en lo profundo, en lo oscuro, ella siente su fuego.
Ella vuela alto; ella es libre y poderosa. Ella me muestra lo bien que me siento cuando no juzgo mi fuego ni mi poder. Cuando vuelo libre pasando de lo que digan los demás. Ella es eternamente sabia.
Y yo, lienzo dónde se pinta está leyenda bailada, puedo darme cuenta de que es cuando los cuatro personajes se encuentran, se miran y bailan juntos, cuando me siento plenamente dichosa y completa.
Dedicado a Maria, Marta, Montserrat y a todas mis compis de Bailalavida de los martes
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