Te sorprendería saber la cantidad de personas que no gozan de una vida sexual espléndida. Como debería ser. Todas las personas hemos nacido con la capacidad innata de sentir placer: placer por la comida, por las caricias, por los abrazos, el placer de una manta frente a una chimenea en invierno saboreando una taza de te, chocolate, etc.
El placer sexual es uno de los muchos placeres para los que nuestro sistema está perfectamente diseñado.
Pero vivimos en una sociedad que lleva siglos reprimiendo el placer sexual, la sexualidad en general y casi te diría que el placer en general. Además y a consecuencia de ello, no hay una educación sexual apropiada y muchas de las frustraciones, amarguras y disfunciones emocionales de algunas personas se desahogan con abusos, violencia, etc. Y no sólo esto: un porcentaje elevadísimo de personas, sobre todo hombres, ha aprendido a excitarse con el porno y, como es altamente adictivo y “dessensibilizador”, cuando quieren sentir otro tipo de placer o conectar íntimamente con otra persona u otras personas tienen muchas dificultades.
Por todo esto, una gran cantidad de personas vamos por la vida sin poder gozar de la sexualidad, que es la fuente de la vida y de la vitalidad. Y nos apagamos. No brillamos con toda la intensidad de nuestra luz natural. Vivimos a medio gas.

El masaje es una de estas maneras. A través del tacto, la presencia y el Amor Incondicional, te acompaño a un estado de meditación y relajación que permite que la energía se exprese sin los condicionamientos de la mente. Así, podemos establecer un diálogo sin palabras entre mis manos y tu piel, tu cuerpo, tu energía. 

¿Para qué?